Como podréis ver en este blog, entre mis abundantes aficiones, se encuentra en un lugar destacado
la del mundo del cómic. Aunque suene como un tópico, prácticamente aprendí a
leer a través de las viñetas de los "tebeos". Por mis pequeñas manos
pasaron muchísimos ejemplares de revistas como "Mortadelo",
"Pumby", "Don Miki", "Jaimito",
"Pulgarcito", "TBO", "Tío Vivo", "Los
Pitufos" y un largo etcétera.
Mi madre nos
llevaba a mi hermana y a mí al mercadillo los jueves que teníamos vacaciones.
Había una parada donde se cambiaban tebeos. Si mi memoria no me traiciona, con
un duro podías cambiar los títulos que he citado antes y, con dos duros, los "especiales",
apartados y seleccionados en cajas diferentes. Un día decidí preguntarle al
hombre que regentaba este "negocio", de aspecto bastante desaliñado,
si podía coger algún ejemplar de los especiales. Me costó tres mortadelos y dos
duros. Cuando empecé a rebuscar en esas cajas, prohibidas hasta ese momento,
encontré algo que agitó mi joven cerebro: un cómic de Marvel en blanco y negro de la editorial Vértice. En sus páginas, "la Masa" trepaba un rascacielos aplastando
las paredes con sus manos y se enfrentaba a Spiderman. Aquel dibujo tan realista me fascinó.
Guardé el cómic
como un tesoro. Aquellas aventuras para adultos eran como tener algo prohibido.
Tras la aventura de Hulk, había una historia de terror en la que la esfinge de
Egipto resultaba ser un mecanismo extraterrestre, el cual cobraba vida y
atacaba a los humanos.
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